Sentirme obligado a hacer una pausa en la fotografía durante la pandemia me presentó nuevos desafíos que me reconectan con mi personalidad introvertida. Como dije en mi publicación anterior, al contrario de mis días de juventud, acojo estos desafíos con curiosidad y no con miedo.
Una conclusión que alcanzo al ir aprendiendo a trabajar con acuarela es respetar el proceso. La acuarela es una pintura sencilla pero compleja; implica anticipación y fluidez, y eso requiere una nueva mentalidad porque tener una idea clara de cómo se secará un pigmento en combinación con marcas seguras es lo que hace que una imagen de acuarela sea armoniosa y dinámica. Con la pintura de acuarela no hay lugar para la especulación.
Trabajé en estas pequeñas acuarelas durante la semana pasada, y reconozco que están lejos de ser algo de lo que pueda estar orgulloso, pero muestran mi lucha por comprender cómo abordar este medio y espero que verlo puedan servirle a alguien mas. Compartir esto me ayuda a visualizar cómo abordar este medio de ahora en adelante. En la primera, comencé a pintar de manera similar a cuando trabajo con oleo, dándome un producto que es plano y fangoso. Al darme cuenta de eso, hice un segundo intento prestando más atención a las capas de claro a oscuro, pero aún así, sentí que no transmitía la idea de la presencia atmosférica porque no me estaba enfocando lo suficiente en la escala tonal. En el tercer intento, elegí trabajar con una paleta monocromática que consistía en ultramarino con algunos trazos de Siena tostada para obtener mejores valores tonales.
Por el momento, sería mejor para mí trabajar más cerca de objetos reales y concentrarme en mejorar mis habilidades de dibujo y observación antes de depender de referencias fotográficas al pintar con acuarela. Obtener una buena comprensión de cómo funcionan sus cualidades transparentes y que hacen de las acuarelas algo verdaderamente interesante es lo que se ubica en el tope de mi lista para próximos ejercicios de pintura que debo emprender.